A continuación os dejamos una noticia publicada hoy 16 de Septiembre en el diario EL PAÍS. J.R. Marcos. (Mar del Plata)
La excepción cultural latinoamericana
Frente al modelo europeo enfocado en el consumo y los recortes, el continente apuesta en plena crisis por el hecho creativo como motor de cambio social.
También la geografía produce sus metáforas. El rechinar de dientes del otoño europeo tiene su contrapeso en la tímida primavera que llega a esos países que llaman emergentes. Y lo que vale para el clima vale para la cultura. Mientras la crisis del Viejo Continente obliga a los Gobiernos a mandar su cuota de prestigio al aparcamiento de los presupuestos, Latinoamérica quiere colocarla en la vía rápida de las autopistas. Incluidas las que le quedan por construir. Mientras en una punta del mundo la industria cultural y el consumo marcan la agenda, en el otro la cultura desborda unos límites que nunca alcanzó a hacer suyos.
Más allá de la etimología, también la cultura es cultivo. Ese es el espíritu que anima el IV Congreso Iberoamericano de Cultura, que ayer se inauguró en la ciudad argentina de Mar del Plata para hablar de la cultura como forma de vida más allá de las bellas artes o el consumo de productos (culturales). Si en citas anteriores se debatió sobre el cine (México) o la música (Medellín), esta vez el tema escogido anuncia su transversalidad desde el principio: política y participación popular. Respecto a la primera, Mónica Guariglio, responsable del evento como directora nacional de política cultural argentina, es gráfica: "Hay que sacar la cultura de la agenda ornamental, ir más a allá de la lista de bienales y festivales de cine. No puede ser la guinda que acompañe al desarrollo, debe formar parte de él. Nadie duda cuando se dice que hace falta un plan industrial para 10 años, pero está pendiente pensar en la cultura de los próximos cinco". En su país, explica, las últimas grandes iniciativas "culturales" no han salido de la secretaría del ramo (equivalente al ministerio español). Y pone un ejemplo: la Ley de Matrimonio Igualitario. "Algunos dirán que es solo un asunto de derechos", explica, "pero es mucho más, es un cambio cultural muy profundo".
Un vistazo a los temas de debate en el presente congreso ilustra bien esa idea transversal. La violencia, la economía, la innovación tecnológica o la geopolítica en el ascenso del sur global ocuparán conversaciones habitualmente dedicadas al libro electrónico, los derechos de autor o la industria discográfica. "La cultura no es un compartimento estanco", sostiene el sociólogo chileno Patricio Rivas, "afecta a la seguridad de las sociedades, la salud, el medio ambiente y la educación. Cuando se implementa un programa cultural dirigido a jóvenes, no solo se promueve la creatividad, sino que, simultáneamente, se contribuye a mejorar el bienestar social, las relaciones personales, la formación y las oportunidades de participar en el mundo".
Un congreso como este tiene, por supuesto, su previsible cuota ministerial -"Tomamos ese epíteto [populista] como un elogio", dijo el cineasta Jorge Coscia, secretario de Cultura del Gobierno de Cristina Fernández-, pero también está lleno de grandes experiencias y pequeñas ideas. Entre esas experiencias están iniciativas que ya son clásicas por exitosas, como la formación musical para jóvenes en Venezuela o la construcción de bibliotecas y la implicación de los vecinos en barrios pobres de Medellín (Colombia), pero también un ejemplo como el que recuerda el antro-pólogo costarricense Mario Zúñiga, que analiza la vida de los pandilleros de El Salvador y destaca la integración de "jóvenes en riesgo de pertenecer a pandillas", a través de actividades artísticas como la pintura de murales en algunas iglesias. "Cuando se ha enfrentado el problema en coordinación con la política social y la cultural, la situación cambia", afirma Zúñiga.
Junto a transversalidad y política, la palabra más citada en la primera jornada de un congreso que el año que viene se desarrollará en España, fue participación, un término que en los últimos tiempos se ha convertido en el haz de una hoja cuyo envés es Internet. Pero la cuestión cobra todos sus matices al comprobar que en ese ente transoceánico llamado Iberoamérica la diversidad es vecina de la desigualdad. Así, con el 66% de usuarios de la Red que tiene Argentina respecto a su población -un índice de nivel europeo-, conviven el 10% de Bolivia o Nicaragua o el 30% de Costa Rica. "La brecha digital es un tema pendiente", reconoce Mónica Guariglio.
En medio de una crisis de la que América Latina parece estar a salvo, la constante invocación a la política parece también una forma de exorcizar el fantasma del control económico. La relación cultura-economía va más allá de la contribución de aquella al PIB de cada país. Como explica el politólogo brasileño Emir Sader, impulsor del Foro Social de Porto Alegre, "a mayor desarrollo económico, mayores condiciones de desarrollo en la producción cultural; sin embargo, esta última no se explica por el mayor o menor nivel de desarrollo económico". Y recurre al ejemplo de la literatura contemporánea: "Difícilmente podría decirse que la producción más significativa proviene de los países del centro del capitalismo". Y cuando lo hace, es de la mano de autores cuyas raíces de hunden en la periferia. Baste pensar en las antiguas colonias en el caso del inglés o en la literatura latinoamericana del siglo XX en el caso del español. No es, pues, extraño que las migraciones sean otro de los ejes de un congreso en el que todo, hasta la literatura, es cultura.
Un vistazo a los temas de debate en el presente congreso ilustra bien esa idea transversal. La violencia, la economía, la innovación tecnológica o la geopolítica en el ascenso del sur global ocuparán conversaciones habitualmente dedicadas al libro electrónico, los derechos de autor o la industria discográfica. "La cultura no es un compartimento estanco", sostiene el sociólogo chileno Patricio Rivas, "afecta a la seguridad de las sociedades, la salud, el medio ambiente y la educación. Cuando se implementa un programa cultural dirigido a jóvenes, no solo se promueve la creatividad, sino que, simultáneamente, se contribuye a mejorar el bienestar social, las relaciones personales, la formación y las oportunidades de participar en el mundo".
Un congreso como este tiene, por supuesto, su previsible cuota ministerial -"Tomamos ese epíteto [populista] como un elogio", dijo el cineasta Jorge Coscia, secretario de Cultura del Gobierno de Cristina Fernández-, pero también está lleno de grandes experiencias y pequeñas ideas. Entre esas experiencias están iniciativas que ya son clásicas por exitosas, como la formación musical para jóvenes en Venezuela o la construcción de bibliotecas y la implicación de los vecinos en barrios pobres de Medellín (Colombia), pero también un ejemplo como el que recuerda el antro-pólogo costarricense Mario Zúñiga, que analiza la vida de los pandilleros de El Salvador y destaca la integración de "jóvenes en riesgo de pertenecer a pandillas", a través de actividades artísticas como la pintura de murales en algunas iglesias. "Cuando se ha enfrentado el problema en coordinación con la política social y la cultural, la situación cambia", afirma Zúñiga.
Junto a transversalidad y política, la palabra más citada en la primera jornada de un congreso que el año que viene se desarrollará en España, fue participación, un término que en los últimos tiempos se ha convertido en el haz de una hoja cuyo envés es Internet. Pero la cuestión cobra todos sus matices al comprobar que en ese ente transoceánico llamado Iberoamérica la diversidad es vecina de la desigualdad. Así, con el 66% de usuarios de la Red que tiene Argentina respecto a su población -un índice de nivel europeo-, conviven el 10% de Bolivia o Nicaragua o el 30% de Costa Rica. "La brecha digital es un tema pendiente", reconoce Mónica Guariglio.
En medio de una crisis de la que América Latina parece estar a salvo, la constante invocación a la política parece también una forma de exorcizar el fantasma del control económico. La relación cultura-economía va más allá de la contribución de aquella al PIB de cada país. Como explica el politólogo brasileño Emir Sader, impulsor del Foro Social de Porto Alegre, "a mayor desarrollo económico, mayores condiciones de desarrollo en la producción cultural; sin embargo, esta última no se explica por el mayor o menor nivel de desarrollo económico". Y recurre al ejemplo de la literatura contemporánea: "Difícilmente podría decirse que la producción más significativa proviene de los países del centro del capitalismo". Y cuando lo hace, es de la mano de autores cuyas raíces de hunden en la periferia. Baste pensar en las antiguas colonias en el caso del inglés o en la literatura latinoamericana del siglo XX en el caso del español. No es, pues, extraño que las migraciones sean otro de los ejes de un congreso en el que todo, hasta la literatura, es cultura.
No hay comentarios:
Publicar un comentario